Embarazo y puerperio son etapas en las en la mujer puede desarrollar problemas psicológicos que, si no se diagnostican y abordan de manera adecuada, tienden a agravarse en el posparto e incluso a perpetuarse a más largo plazo.

 

Entre el 10% y el 16% de las mujeres reciben un diagnóstico de episodio depresivo mayor durante el embarazo o en el primer año después del parto. En otros casos, se ha observado que entre un 6.5% y hasta casi un 13% de las gestantes presentan una depresión de mayor o menor intensidad. También, alrededor del 65% de las mujeres que padecen depresión durante el embarazo no se diagnostican.

 

La depresión durante el embarazo es más frecuente de lo que se sospechaba, requiere de un diagnóstico concreto y de una intervención adecuada para alcanzar la prevención. Esta premisa ha sido el punto de partida de un trabajo multidisciplinar en el que han participado profesionales de España y Estados Unidos.

 

La novedad del trabajo es triple: identifica si existe riesgo de depresión, valida instrumentos de actuación, los adapta a la población estudiada y establece las actuaciones concretas para eliminar la posibilidad de desarrollar el trastorno en la fase perinatal.

 

El primer paso fue realizar un cribado a 800 gestantes en el primer trimestre de gestación, con una batería de preguntas y respuestas, a través de las que se valoró una mayor susceptibilidad para la depresión. En un 10% de gestantes se identificó el riesgo. En otro 3% se confirmó el diagnóstico porque ya había depresión previa.

 

El riesgo de depresión se cataloga en bajo, intermedio y elevado. La intervención se ha llevado a cabo en las mujeres con riesgo intermedio o moderado – ya que las de alto riesgo se derivan a los centros de salud mental-, en las cuales la intervención es profiláctica.

 

La labor preventiva se centra en trabajar en grupo con las mujeres en sesiones de terapia cognitivo conductual, dos horas a la semana, durante ocho semanas, dotándolas de recursos profilácticos y herramientas para gestionar favorablemente la situación a la que se están enfrentando y en la que no sólo se producen cambios biológicos, sino que están sujeta al influjo de multitud de factores estresantes.

 

La conclusión más destacable es que la prevención funciona, no solo se consiguen los objetivos marcados para la etapa perinatal sino que se mantienen en el tiempo. De hecho, el seguimiento a los tres y a los seis meses después del parto, indica que la eficacia de la intervención psicológica se mantiene, incluso en una fase donde el cambio biológico-hormonal puede ser más brusco. Los trastornos depresivos durante el embarazo pueden incluso originar problemas cuando ya se ha dado a luz: retardo en el inicio de la lactancia, escasa interactuación, bebés más reactivos y menor adaptación al entorno social. Esta intervención preventiva es una ayuda sanitaria que evita consecuencias mayores en el puerperio.

 

 

Fuente. Diario Médico. Edición del 19 de Diciembre de 2016 al 8 de Enero de 2017