La bióloga y especialista del Servicio de Análisis Clínicos del Hospital General Universitario Santa Lucía, Ana María Moreno Fuentes, ha demostrado en su tesis doctoral que los niveles de vitamina D de manera continua durante el embarazo tienen un efecto directo y significativo sobre el neonato.

En concreto, explica, «a medida que aumenta la concentración de la 25-hidroxivitamina D en la madre, que es el marcador más fiable para determinar el estatus nutricional de vitamina D en un individuo, también se incrementaba el peso y la talla del bebé».

Sin embargo, tras su estudio en 215 gestantes provenientes de los Centros de Atención Primaria del Área de Salud de Cartagena en colaboración por los Servicios de Obstetricia y Pediatría del Hospital Santa Lucía, no se ha encontrado una asociación directa de estos niveles con la aparición de eventos adversos durante el embarazo, parto y en el neonato.

La vitamina D es una sustancia que el cuerpo elabora durante el metabolismo que está implicada en muchos aspectos relevantes del organismo, entre otros, el funcionamiento celular, la regeneración ósea, aspectos vitales de la reproducción como la implantación embrionaria y el desarrollo placentario, además de jugar un papel muy importante durante el embarazo.

La 25-hidroxivitamina D [25(OH)D] es el componente de la vitamina D más abundante en suero y, aunque sin actividad biológica, se considera el marcador más fiable para determinar el estatus nutricional de vitamina D de un individuo.

Los niveles inadecuados de 25(OH)D durante la gestación se han asociado con un incremento del riesgo de sufrir eventos obstétricos adversos, como diabetes gestacional, preeclampsia, parto pretérmino y parto por cesárea, y con un aumento del riesgo de padecer eventos neonatales adversos como baja talla, bajo peso y ser pequeño para la edad gestacional.

Numerosos estudios han puesto de manifiesto el aumento de la deficiencia de 25(OH)D a nivel global y especialmente en los grupos de riesgo como son las embarazadas, haciendo que se convierta en un problema de salud pública debido a sus potenciales efectos sobre la madre, los desenlaces obstétricos y sobre el desarrollo de la futura descendencia.

Una dificultad añadida en el estudio de la deficiencia de la Vitamina D radica en que no existe en la actualidad un consenso internacional para establecer los rangos de normalidad de esta vitamina, dificultando la extrapolación de los resultados observados en los diferentes estudios a una población en concreto. Los trabajos publicados siguen siendo contradictorios, siendo necesarios nuevos estudios que logren esclarecer la asociación de la 25(OH)D con la aparición de eventos adversos en el embarazo.

En cuanto a otros resultados del estudio, destaca que un 47,9% de las gestantes del primer trimestre tuvieron valores de 25(OH)D en el rango de deficiencia (=20 ng/mL), siendo ésta mucho mayor en las gestantes de origen árabe incluidas en el estudio (94,6%) frente a las gestantes caucásicas (28,1%) y sudamericanas (57,2%).

La deficiencia en el tercer trimestre, aunque disminuyó en su conjunto (28,9%), siguió estando más aumentada en el mismo grupo de embarazadas árabes (89,1%) frente a caucásicas (7,2%) y sudamericanas (14,3%), mostrando una fuerte asociación con la etnia a la que pertenecían las gestantes.

Aunque en el primer trimestre se observaron asociaciones de riesgo entre los niveles de 25(OH)D y la presencia de eventos adversos maternos y perinatales, al aplicar el análisis multivariante éstas no fueron estadísticamente significativas, ni tampoco en el Tercer Trimestre de gestación.

Sin embargo, los niveles de 25(OH)D de forma continua, mostraron un efecto directo y significativo sobre el neonato, de forma que a medida que aumentaba 1 ng/mL la concentración de 25(OH)D, el peso neonatal se incrementaba 12,95 g y la talla 0,09 cm.